domingo, 4 de diciembre de 2016

Historia de la mili



Aunque a día de hoy no creo que quede mucha gente que se acuerde de nada relacionado con la mili, voy a explicar coses de ella.

Como mi novia vivía en Madrid, me presenté voluntario en aviación en Alcalá de Henares, cerquita de la capital, para así poder verla a menudo. En aquella época hacer la mili era obligatorio, y recuerdo que me hice amigo de tres soldados compañeros de promoción: sus nombres eran Marino García Izquierdo, Justino Elvira Juárez y Arquímedes (no recuerdo sus apellidos!). Los cuatro nos apodamos “Los Chuleras” e íbamos siempre juntos.

Cuando faltaba poco para licenciarnos, decidimos hacer un banderín (que, por cierto, dibujé yo) y que imagino se encontrará en algún rincón de casa. Posiblemente aparecerá cualquier día buscando otra cosa…
El banderín lo titulamos “Nazarenos”, porque así nos llamaba el capitán Zamora cuando desfilábamos (“parecéis nazarenos en procesión”, nos decía). Cuando terminamos el proyecto de banderín, decidimos ir a Madrid para buscar una empresa donde lo confeccionasen. Un día llegó Marino con el coche de su padre, un Fiat modelo “Balilla”, y nos subimos los cuatro en él para ir a Madrid. Una vez solucionado el tema del banderín, decidimos parar para cenar. En San Fernando de Henares había un asador a pie de carretera. Allí, pedimos chuletas de cordero con all i oli, pan y vino, y quedamos muy contentos… tal vez demasiado, porque al llegar a la base cantando mientras subíamos por una cuesta, el cabo primero Seoane nos hizo pasar toda la noche en cuerpo de guardia al ver nuestro estado. Además, nos mandó a rapar al cero al día siguiente, aunque este último castigo nos fue perdonado por el capitán Zamora, quien dijo “¡Que se rape Seoane!” (faltaban pocos días para licenciarnos y raparnos al cero no nos hacía ninguna gracia).

Cuando hacíamos clase de teórica, el profesor nos explicaba cómo funcionaban los fusiles, las bombas de mano, etc. Luego, nos preguntaba a los soldados algo de lo que nos acababa de explicar y, cuando alguien no sabía la respuesta nos pedía: “díselo tú, Torrents”, o “díselo tú, Arquímedes”. El día de la jura de bandera estuvimos todo el día con Rocío Dúrcal, quien incluso comió con nosotros en el cuartel.
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Jura de bandera, 23-12-1963, con Rocío Dúrcal en Alcalá de Henares



La verdad es que todos los recuerdos que tengo de la mili son buenos… es raro, ¿verdad?

Mi boda



Como es natural, me casé en Madrid el año 1967, en la Iglesia del Perpetuo Socorro que era (y es) la más cercana al domicilio de mi novia. Además, era muy bonita y tiene un órgano precioso que nos obsequió en la ceremonia.
En el momento de casarnos, me acuerdo que el cura nos puso encima de las cabezas una especie de tul blanco. El sacerdote me aclaró que no se extrañaba de nuestro desconcierto, pues en Barcelona las parejas se casan por el rito romano mientras que en Madrid lo hacen por el rito toledano.
Iglesia del Perpetuo Socorro, Madrid

Después de la boda, nos fuimos a comer toda la familia a un restaurante de mucha categoría llamado De Torres, situado en la calle enfrente de la plaza de toros de las Ventas. Después de comer, un primo de Aurora que estuvo en el convite nos llevó a su pueblo, Arenas de San Pedro, en Ávila. Este familiar nos llevó a visitar el pueblo, que es muy bonito: nos enseñó los toros de Guisando, la montaña de la mujer muerta y una gruta con estalactitas y estalagmitas.
Toros de Guisando, arenas de San Pedro

La noche de bodas la pasamos en su casa y, al cabo de un par de días, volvimos a Madrid, aunque debimos esperar todavía unos días la partida de luna de miel (el avión a Mallorca no salía hasta 8 días después de la boda).
Mi mujer no había subido nunca a un avión y tuvo la mala suerte de que fue un trayecto muy malo por el tiempo. El avión hacía cosas raras y nos pidieron que fuésemos todo el viaje con el cinturón de seguridad puesto, hasta las azafatas iban sentadas con los cinturones! Por tanto, no nos dieron la cena y, al llegar a Palma, nos esperaba un autocar que nos llevó al hotel Terramar.
Como no habíamos cenado, al llegar al hotel nos esperaban con una cena. Teníamos mucha hambre y todavía recuerdo la cara que puso Aurora cuando le dije que la cena era hígado, aunque se lo comió todo porque estaba muy bueno (creo que fue la primera y última vez que comió hígado). Desde nuestra habitación se veía el castillo de Bellver… qué tiempos tan felices!